ENTREVISTA A GARCIA LINERA 28-08-2016 / MARTIN GRANOVSKY
Son las nueve de la noche. Álvaro
García Linera se levantó a las cuatro y media de la mañana porque Evo
Morales convocó una reunión de gabinete. Sigue en pie y en movimiento en el
estudio de la Facultad de Periodismo de La Plata donde acaba de recibir el Premio
Rodolfo Walsh de manos de la decana Florencia Saintout. Y dice: “No es un buen
momento para América Latina”.
Acompañado siempre por Carlos Girotti
de la Central de Trabajadores Argentinos, el vicepresidente de Bolivia tuvo su
tarde y su noche en La Plata el miércoles 24. El jueves cerró en
Santiago del Estero el Foro Internacional Horizontes de la Educación en Nuestra
América impulsado por la universidad nacional y por el Parlasur a través de la
parlamentaria Ana María Corradi, del Frente para la Victoria.
La
entrevista de 45 minutos, que puede verse completa en el canal web del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales, www.clacso.tv, permite
recorrer con García Linera los temas principales de la discusión sudamericana
de hoy.
–No es un buen momento en América
Latina porque hay una retoma temporal de la derecha –dice el vicepresidente–.
La derecha asume el gobierno justamente para recortar costos, para recortar
derechos, para reducir la intervención del Estado y para permitir que todos
esos recursos fluyan hacía al sector privado nacional o extranjero. La
sociedad, de estar consiguiendo condiciones de vida más o menos dignas, ahora
retrocede a situaciones de abuso, desempleo y explotación. Pero, a la vez, es
un momento exigente porque obliga a que la sociedad, los sectores subalternos,
las clases plebeyas, retomen nuevamente la capacidad de organización. Nadie se
moviliza perpetuamente. No hay revolución perpetua.
–
¿Cómo terminan los períodos de repliegue?
–Básicamente, eso es organización.
También, horizonte. Una combinación de idea movilizadora con fuerza que
convierta esa idea en hecho político, en hecho que influye en el escenario
estatal y que puede modificar la correlación de fuerzas a corto y mediano
plazo. Lo importante es que esta generación que hoy está de pie vivió
los tiempos de la derrota del neoliberalismo, vivió la victoria temporal de los
gobiernos progresistas y revolucionarios, y ahora está en este periodo
intermedio. Por lo tanto, tiene el conocimiento y tiene la experiencia para
retomar la iniciativa. Si no hacemos eso, este periodo de retoma parcial de
iniciativa de la derecha puede extenderse y ampliarse a otros países de América
Latina. Sin duda, esto significaría una catástrofe. Donde triunfa, la derecha
recorta el bienestar. Los gobiernos progresistas fueron gobiernos sociales y,
por lo tanto, el retroceso es un retroceso de las conquistas sociales de la
población. Pero además hay una ralentización, un congelamiento y en algunos casos
un retroceso en términos de la perspectiva de la acción continental. Junto con
lo social, el continente ha experimentado en los 10 años que van desde el 2004
al 2014, 2015, el momento más avanzado de integración y de mirada autónoma
continental. Esto tiene una importancia extraordinaria. Si no tenemos la
capacidad de mirarnos continentalmente, cada país por sí solo en este contexto
mundial va ser presa de las intervenciones, de las influencias y de las
manipulaciones de los más poderosos del mundo. Es un tema de correlación de
fuerzas, no es un tema moral.
–Tomo
una frase del mensaje tras la recepción del premio: “La revolución es por
oleadas, no por ciclos”. ¿Cuál es la diferencia?
–Cuando tú hablas de ciclo, significa
que todo tiene un inicio, una estabilización y un fin. Es algo natural como la
ley de la gravedad. Hagas lo que hagas, protestes o te movilices, así será de
aquí a 50 años, cuando venga otro ciclo. Esta es una mirada que le arrebata el
protagonismo al ser humano, que olvida el papel de la subjetividad colectiva en
la construcción de los hechos sociales. Es falsa. Es la misma lógica que el fin
de la historia de Fukuyama. Habían desaparecido las clases, todos éramos
emprendedores y había que alinearse detrás de lo que ya era la culminación del
desarrollo humano. Resulta que no fue así. Aparecieron por todos lados clases
sociales, luchas, organizaciones, jóvenes, gente que tomaba las plazas por
asalto y después los palacios por asalto. Frente a eso, lo que reivindicamos es
la lógica de los flujos, las oleadas, que es un poco la experiencia que uno
adquiere en la vida. Las transformaciones se dan por oleadas. La gente se
articula, se unifica, crea sentido común, tiene ideas fuerza, se convierte en
ser universal, es decir, ser que pelea por todos. Logra derechos, acuerdos,
Estado, política. Pero luego pasa a la vida cotidiana. No puede estar en
asamblea todos los días. Tienes que ir a ver qué va a pasar con tu hijo, con el
crédito de la casa. Viene el reflujo. Pero luego, más pronto que tarde, puede
venir otro flujo. ¿Cuándo será ese flujo? No lo sabemos. No está definido por
una ley sociológica.
–No
está predestinado.
–Entre otras cosas depende de lo que
tú puedes hacer hoy en tu barrio, en tu universidad, en tu medio de
comunicación, en tu poema o en tu teatro para articular sentido común, para
impulsar ideas de lo colectivo o de lo comunitario. Si en algún momento eso,
por algo no calculado, se articula con otras iniciativas comunitarias, puede
dar lugar a otro flujo. En una semana, en un año, en 10 años. Lo importante es
que tú luches y te organices. Si no te alcanza la vida, vendrá el siguiente que
se sumará a lo que hiciste, para que él sí pueda ver que viene un flujo. Las
revoluciones son así. Entonces, cuando tú miras la historia por flujos y no por
ciclos, reivindicas otra vez el papel del sujeto, de la persona, de la
subjetividad, que no inventa el mundo como le da la gana, pero que ayuda a
construir el mundo. Me gusta la frase de Sartre: “Uno hace al mundo en la misma
medida en que el mundo lo hace a uno”.
–
¿Cuáles son las claves más importantes de la oleada boliviana, primero fuera
del Estado y luego, desde 2006 con Evo Morales como presidente, dentro del
Estado?
–La primera clave es que toda
victoria política es precedida por una victoria cultural que se trabajó y se
labró en los distintos espacios de la opinión pública: medios de comunicación,
periódicos, universidades, sindicatos, gremios, barrios. Hubo un sentido común
que se fue apoderando de las personas, basado en la idea de soberanía, de
igualdad entre pueblos. La gente no se mueve solo porque sufre. Se moviliza
cuando sufre y cree que movilizando puede cambiar su sufrimiento. Sin horizonte
no hay capacidad de articulación. No es simplemente, como decían algunos
compañeros trotskistas, que a condiciones de vida más deplorables la gente se
va a rebelar. Eso no es cierto. Muchas veces uno se acostumbra a su dominación
y a su pobreza.
–Ésa
es la primera lección.
–La segunda es que todo proceso
revolucionario tiene que sostenerse y reinventarse en ámbitos de participación
democrática de la gente. No es fácil eso, porque la gente se moviliza y luego
se repliega. Es fácil que los gobernantes, en ese repliegue, nos asumamos como
los demiurgos históricos. Si tú no has incorporado por métodos innovativos en
la decisión y en la participación te vas a ver en problemas y te vas a quedar
solo en el gobierno. Claro, porque tú los dejaste solo anteriormente. No es una
venganza, es el resultado de tu acción. Sin una red corpuscular de
participaciones democráticas, el gobierno revolucionario queda sin base y a la
deriva.
–
¿Tercera clave?
–Gestión económica. Últimamente he
pensado mucho sobre Lenin y la NEP, la Nueva Política Económica. Si los
bolcheviques no tenían la capacidad de satisfacer la necesidad de hambre y
estabilidad de su revolución, todas las demás experiencias como el comunismo de
guerra, la abolición del dinero y la toma de fábricas ultra radical, no
significaban nada. El mismo Lenin lo decía: lo único socialista que tenemos es
solamente la voluntad de ser socialistas. Es muy fuerte la preocupación que le
dedicó Lenin al tema de estabilidad económica, a la relación entre el campesino
y el obrero en función de avances en la economía. Cuando uno está afuera del
gobierno, valora la organización y el discurso. En el gobierno, si fallas en la
gestión económica todo se derrumba, porque va a aparecer la derecha diciéndote:
yo sí puedo administrar mejor la economía, yo siempre he administrado, yo tengo
empresas para mostrarte de lo que soy capaz. Creo que parte de los problemas
que estamos enfrentando los gobiernos progresistas en América Latina es el no
haber colocado en el puesto de mando a la economía y haber mantenido en el
puesto de mando el discurso y la organización. Si no, se genera el caldo de
cultivo de un regreso de fuerzas conservadoras, que sí te van a hablar de que
ellos pueden resolver todo. ¡No lo van hacer!
–
¿Cómo gestionar la economía cuando hay crisis mundial y bajan los precios de
las materias primas?
–Cada país tiene su propia dinámica,
pero algo que hemos aprendido nosotros es no confiar plenamente en el mercado
externo sino trabajar también tu mercado interno. Hoy la exportación
de petróleo, minerales y gas es negativa. Entonces, ¿cómo crece la economía?
Porque en paralelo hemos apostado a otras canastas, fundamentalmente al mercado
interno. La superación de la extrema pobreza y de la pobreza no solamente es un
tema de justicia –tiene que serlo, porque si no para qué estás en el gobierno–
sino de dinámica económica. Estás expandiendo la capacidad de gasto de la
sociedad y en el caso boliviano -por eso digo que depende de cada país- como la
gente gasta entre el 50 y el 55 por ciento de su salario en alimento, lo que
estás haciendo es promover la economía campesina, la economía intermedia de
servicios del mercado interno. Fue una decisión muy sabia de Evo. En el año 2008
tuvimos precios del petróleo de 130 dólares y en el mismo año precio del
petróleo de 30 dólares el barril. De 130 a 30. Fue un golpe muy duro para
nosotros, pero Evo viene de una cultura campesina muy previsora. En el campo o
el Altiplano, como vienen la sequía o la granizada, no cultivas en extensión.
Dejas aquí, cultivas acá, dejas aquí, cultivas acá. Esta lógica muy campesina
andina de moverte en varios pisos ecológicos es la que Evo ha aplicado en la
gestión de gobierno. Vamos a meterle al gas. Sí, produzcamos más gas, perfecto.
¿Y si falla? Entonces, metámosles a la electricidad, a la agricultura, al
litio. Vas diversificando. Eso es lo que ha permitido que ahora nosotros en
gestión de gobierno tengamos un crecimiento del 4,2 por ciento hasta el 5 por
ciento. Estamos compitiendo con Perú, que tiene una economía de libre mercado
absoluta, es un país que está bajo el control del empresariado chileno y
extranjero y tiene mar. Nosotros si tuviéramos mar creceríamos un 2
por ciento más. Es decir, nuestro crecimiento podría ser del 6,4 por ciento,
según el Banco Mundial. Por los “pisos ecológicos”, una vez que superemos esta
etapa de ampliación del consumo de las clases más pobres, ya tienes en
funcionamiento otros motores: energía eléctrica, litio e industrialización de
la agricultura. Entonces, de este modo, ya puedes pensar en los siguientes 10 o
15 años de un crecimiento que va a estar fluctuando entre el 4 y el 6 por
ciento. Con petróleo 100 o con petróleo 25, vas a moverte ahí. Esto ha tenido
que ver con la capacidad planificadora y con que sepas manejar la economía al
estilo campesino. El Presidente es muy ahorrador, muy previsor. Tiene siempre
una reserva, no se arriesga. Somos el país de América Latina que tiene más
reservas internacionales en función del su producto interno bruto, el 50 por
ciento.
–En
todos los países de América Latina se discute el tema de la corrupción. ¿Qué
hizo el gobierno boliviano no ya con el discurso ajeno sino con la realidad de
la corrupción propia?
–Toda democratización real del Estado
siempre va a tener riesgo de procesos de patrimonialización de ese Estado. El
Estado siempre funciona como patrimonio de las clases dominantes. Como una
prolongación de la familia. Lo consideran como normal: parte de la
meritocracia. En Bolivia, cuando uno estudia sociológicamente cómo se
distribuían los accesos a los méritos, está claro que estaban definidos en
función de tu condición de clase y de tu apellido, pero le llaman meritocracia.
La gente se rebela contra eso, se subleva, dice que es indigna esa forma de
utilizar lo público en beneficio de lo privado. El neoliberalismo es el
paradigma de la patrimonialización del Estado, porque es agarrar lo que es de
todos y utilizarlo para tus amigotes. Mejor si es tu cuñado, mejor si es tu
esposa que tiene algunos amigos accionistas en el extranjero. Cuando viene la
sociedad e irrumpe en el ejercicio del Estado, lo hace en función de proyectos
universales, pero luego se vuelve funcionario público. Es el dirigente sindical
que se vuelve funcionario, es el compañero militante que luego aparece como
ministro o parlamentario. En ese momento sale de su control social y entra en
el ámbito estatal. No es normal, pero es altamente probable que busque repetir
en ese espacio, al que por primera vez en 20 generaciones alguien de su familia
logra llegar, y al estar separado de su control social diga: “nunca más alguien
de mi familia va estar donde está y si jalo un poquito, aprovecharé
alguito”. Este tipo de razonamiento no es raro que se dé, por eso nosotros sociológicamente
lo hemos analizado. Políticamente es catastrófico, porque puede dar lugar a una
especie de democratización de la corrupción. Parece ser que es un proceso que
acompaña a todas las revoluciones, no me he fijado bien qué pasó en Rusia, no
me he fijado bien qué pasó en China o qué pasó en Cuba. Por la experiencia que
yo veo en Bolivia y el proceder de la gente, es el campesino, es el dirigente
obrero peleador que, acostumbrado a los sacrificios más extremos, de un día
para otro se vuelve ministro y de él dependen 500 funcionarios y la definición
de 500 millones de dólares en programas. Entonces piensa: “¿Y qué tal si
contrato aquí a mi cuñado?”. Así comienza esta micro corrupción. La
pregunta es: ¿qué haces tú ahí?
–Atribuírselo
a la condición humana.
–Sí, a la condición humana y al
resarcimiento histórico. Pero no puedes. ¿Por qué? No solamente porque es un
hecho delictivo por ley, sino porque te corroe la moral. Y la única fuerza que
uno tiene cuando viene de abajo es su fuerza moral. Evo y los sindicatos no
tienen dinero, no tienen patrocinio extranjero. Su moral los ha convertido en
el núcleo que simboliza una época y una voluntad colectiva de cambio. Entonces,
si te vuelves tolerante pierdes tu fuerza moral. Hemos tenido que tomar
decisiones muy fuertes que no se han dado en ningún gobierno de América Latina,
y mucho menos en gobiernos de derecha. Hemos tenido que meter en la cárcel al
jefe del partido, Santos Ramírez. Él era el segundo después de Evo.
–Y
presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia.
–Sí. También hemos tenido que meter a
dos ex ministras a la cárcel, dos ex ministras compañeras nuestras de lucha
maravillosas, de las cuales estamos seguros que no han tocado un solo centavo,
pero fueron permisivas a un mal manejo del dinero. Ellas son incorruptibles,
pero permitieron. ¿En qué país de América Latina, durante la gestión de
gobierno, ex ministros están en la cárcel? Tenemos un ex alcalde de la segunda
ciudad más importante de Bolivia, del Alto, en la cárcel. Si no hacemos eso,
corremos el riesgo de perder lo único que tiene un proceso revolucionario, que
es su fuerza moral. Ha sido muy doloroso y ha sido un aprendizaje. Hemos
encontrado que estaba sucediendo que de parte de los compañeros no había el
suficiente control y había esta especie de permisividad basada en que son
compañeros nuestros, lo requieren, es poquito dinero, no hago el informe, pero
en ese descuido se pone en riesgo tu propia moral. Y si tú no actúas de una
manera fuerte, golpeándote a ti mismo porque es tu propia gente, socialmente
pierdes la fuerza moral que te mantiene en pie. Ayer ha salido la
última encuesta. Evo –con todo lo que lo han atacado del tema del fondo
indígena, de la corrupción con dirigentes indígenas, del tema del supuesto
hijo– en ciudades capitales tiene un 54 por ciento de popularidad. El
aprendizaje es que, por muy doloroso que sea, debes tener la valentía y la
fuerza de poder cortarte tú el dedo infectado o la mano infectada. Si otros te
la cortan te van a meter el cuchillo al corazón y de eso no te vas a poder
reponer ni en una generación. Si tú por cuidar lo que te pertenece, parte de tu
cuerpo, eres permisivo con lo que se está pudriendo en tu cuerpo, otros van a
venir a acabarte o la putrefacción va a alcanzar hasta tu propio cuerpo, y ahí
estás perdido. Nuestra fuerza nace del hecho moral. Tienes que saberlo cultivar
y si no lo cultivas, no lo refrendas y no lo muestras continuamente, la derecha
se va a venir con toda esa política moralista que te echa en cara: “Han robado
5 mil dólares, terribles estos indígenas, son unos incapaces, unos ladrones”.
Ellos robaban 20, 40 o 100 millones de dólares y nadie decía nada, pero
desaparecieron 5 o 100 mil y se desgarran las vestiduras. No importa, es parte
de la guerra. Aquí nadie puede levantarte el dedo y decirte te has levantado un
dólar, no pueden decir que te has levantado ni medio dólar, ni medio boliviano,
ni medio peso argentino. Si eso sucede vas a perder, porque va a venir toda la
jauría moralizante de la sociedad para descalificarte. Y si pierdes moralmente,
pierdes generacionalmente. La peor derrota de un revolucionario es la derrota
moral. Puedes perder elecciones, puedes perder militarmente, puedes perder la
vida, pero sigue en pie tu principio y tu credibilidad. Cuando pierdes la
moral, ya no te levantas, va a ser otra generación, va a ser otro líder el que
va a poder levantarse. Hay que protegerse, Así como en la gestión estatal la
economía es lo fundamental, en la preservación de tu liderazgo lo fundamental
es tu fuerza moral. Nunca permitas que te debiliten tu fuerza moral porque de
eso tampoco te recuperas.
(DOCUMENTOS DE LA BIBLIOTECA POPULAR JUANITO LAGUNA)
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