LA IZQUIERDA NACIONAL / JOHN WILLIAM
COOKE
John
William Cooke nació en La Plata el 14 de noviembre de 1919; su padre, Juan
Isaac Cooke, fue diputado por la Unión Cívica Radical y canciller durante el
gobierno de Edelmiro Farrell. Cooke militaría en la Unión Universitaria
Intransigente, mientras cursaba Derecho en la Universidad de La Plata. Egresó
como abogado en 1943 y fue electo diputado por el peronismo, a los 25 años,
para el período 1946-1952. En el Congreso fue presidente de las comisiones de
Asuntos Constitucionales, de la Redacción del Código Aeronáutico y de la
Protección de los Derechos Intelectuales. Fue profesor titular de economía
política en la facultad de derecho y ciencias sociales de la Universidad de
Buenos Aires entre 1946 y 1955. Integró la resistencia peronista, fue delegado
de Perón y padeció cárcel y exilio. Es uno de los máximos referentes
intelectuales de la izquierda peronista. Murió de cáncer el 19 de septiembre de
1968, dejando un importante legado en el seno del movimiento peronista. (1)
DEFINICIONES:(2)
17 DE OCTUBRE
Una tarde del invierno de 1933, una muchedumbre
como nunca se había visto se congregó en el centro de Buenos Aires para asistir
al entierro de Hipólito Yrigoyen. Esa demostración popular sólo mereció
desprecio y desdén a la oligarquía gobernante: se trataba de una chusma que,
gracias a la diligente acción policial cuando había elecciones, no afectaba
para nada la hegemonía social y política de los selectos.
Doce años más tarde, la ciudad volvió a ser ocupada
por una multitud que se volcaba en un acto de adhesión a su caudillo. Esta vez
los sectores privilegiados no se burlaron: todavía les dura el pavor y el odio
que les provocó ese 17 de octubre. Y también la ignorancia sobre el significado
profundo de lo ocurrido.
Es que el fenómeno escapaba a la capacidad de
comprensión de las clases dominantes. Aceptaron la explicación de que se
trataba de una manifestación de malvivientes, grupos de desclasados y
marginales ("lumpenproletariat", aclararon los cultos de su
"izquierda" cipaya), reclutados por la policía. Así fue como pocos
meses después, el misterio policial de octubre se transformó en el misterio
matemático de febrero: todos los partidos políticos, los dueños de todos los
votos, eran derrotados electoralmente por las organizaciones que habían formado
apresuradamente el nuevo movimiento nucleado en torno a Perón.
Pasado el desconcierto de ese desastre imprevisible, los partidos de la Unión Democrática se refugiaron en interpretaciones de un idealismo delirante, que les permitía no sólo negar la legitimidad del nuevo régimen surgido del más estricto respeto a las normas de la democracia que ellos postulaban, sino continuar reivindicando la condición de representantes de la voluntad de esa ciudadanía que los desconocía repetidamente en los comicios. El peronismo —decían— era el resultado de la aplicación de técnicas totalitarias de manipuleo de la opinión de las masas, y por lo tanto era lícito recurrir a la violencia para derrocarlo; su irrespeto por el liberalismo económico y por los valores culturales impuestos por cien años de semicoloniaje fue invocado como prueba de que se trataba de una versión aborigen de los fascismos derrotados en Europa. Una vez más, las fuerzas del viejo régimen empleaban fórmulas de interpretación trasladadas de la realidad ultramarina.
Pasado el desconcierto de ese desastre imprevisible, los partidos de la Unión Democrática se refugiaron en interpretaciones de un idealismo delirante, que les permitía no sólo negar la legitimidad del nuevo régimen surgido del más estricto respeto a las normas de la democracia que ellos postulaban, sino continuar reivindicando la condición de representantes de la voluntad de esa ciudadanía que los desconocía repetidamente en los comicios. El peronismo —decían— era el resultado de la aplicación de técnicas totalitarias de manipuleo de la opinión de las masas, y por lo tanto era lícito recurrir a la violencia para derrocarlo; su irrespeto por el liberalismo económico y por los valores culturales impuestos por cien años de semicoloniaje fue invocado como prueba de que se trataba de una versión aborigen de los fascismos derrotados en Europa. Una vez más, las fuerzas del viejo régimen empleaban fórmulas de interpretación trasladadas de la realidad ultramarina.
LA OLIGARQUÍA RESTAURADA
Producido el golpe de 1955, la oligarquía
restaurada desmanteló rápidamente el dispositivo económico peronista, si bien
la realidad demostró que no era posible retrotraer las cosas al punto en que
estaban antes del peronismo. En materia política, el imbecilismo de la tiranía
militar llegó al punto de que el Ministerio de Relaciones Exteriores gestionó
el envío de la legislación antifacista y antinazi, para aplicarla a los
"vencidos". Pero he aquí que pasaba el tiempo, que el peronismo no
sólo carecía de los resortes estatales sino que estos funcionaban integral y
permanentemente en contra suyo, que su jefe estaba en el exilio, sus dirigentes
políticos presos o exiliados, los sindicales proscriptos, sus signos,
consignas, cantos e iconografía prohibidos, sus bienes incautados, y el decreto
4161 pendía con su viciosa crueldad sobre cualquier actividad proselitista. Y
sin embargo, el Movimiento no se desintegraba, no perdía cohesión ni sus masas
corrían a alistarse bajo las banderas de los partidos burgueses. Desde 1955
hasta la fecha, el proceso político argentino es una sucesión de dictaduras
militares, directas o bajo cubertura de una falsa legalidad, que ensayan procedimientos
para "integrar" a esa masa peronista en las estructuras del sistema
burgués en crisis.
Descartada la tesis de qué éramos una
multitudinaria congregación de papanatas, surgieron tácticas diversas: la
ultragorila de tratarnos como "un caso de reformatorio político"
(Toranzo Montero); la "integracionista", que nos convertiría en masa
de maniobra del empresariado y los socios del capital norteamericano: la de
escindirnos en réprobos ligados a Madrid y gente decente y razonable capaz de
constituirse en partidos políticos neoperonistas, con discreta participación en
los órganos políticos del Estado. La más reciente es la que postulan los
teóricos del golpe de junio: el país está malogrado por la "falsa
antinomia de peronismo y antiperonismo", que debemos superar para que
pueda progresar la Nación. El actual régimen militar la traduce al terreno de
los hechos mediante la tabla rasa de la "despolitización",
reservándose el monopolio de las decisiones políticas mediante la tutoría, que
asume por la violencia, de una ciudadanía condenada a consentir o exponerse a
las espadas punitivas prontas a sancionar las rebeldías.
Todas esas fórmulas, con sus mezclas de zalamería y
coerción, son ejercicios de la incompetencia, el egoísmo y la dependencia
imperialista de nuestra clase dirigente. Porque la antinomia peronismo vs.
antiperonismo no es una caprichosa creación del carácter de los argentinos,
sino la forma concreta en que se da la lucha de clases en este período.
PERONISMO Y LUCHA DE CLASES
PERONISMO Y LUCHA DE CLASES
No se puede "superar" eliminándola como
expresión político-partidista, como se intenta actualmente, porque responde a
una contradicción insoluble entre un régimen capitalista que ha agotado su
programa y vive en crisis permanente, y las fuerzas cuyas reivindicaciones no
tienen satisfacción posible dentro del contexto de esa institucionalidad cuya
entraña expoliadora intenta ocultarse bajo el "occidentalismo
cristiano" y otros despropósitos propagandísticos del sistema mundial de
explotación encabezado por Estados Unidos.
Por lo tanto, el peronismo es, por su composición
social y sus luchas, revolucionario por esencia. Y si existe, en su seno, el
peronismo revolucionario, es porque el régimen, mediante el manejo del aparato
estatal y cultural, demora la toma de conciencia de las masas con respecto a
las razones de la tragedia que sufren y a la política que pueda ponerle fin. Lo
que llamamos "burocracia peronista" es, en síntesis, una capa
dirigente que opera con los mismos valores del enemigo y es incapaz, por lo
tanto, de conducir a las bases a la toma del poder, sin lo cual no hay salida
ni para las clases trabajadoras ni para el país, pues ya hemos entrado en una
etapa en que no hay nacionalismo burgués sino que revolución social y
liberación nacional no son objetivos diferenciabas sino dos aspectos de un
mismo proceso indivisible.
PERONISMO REVOLUCIONARIO
El peronismo revolucionario es una vanguardia que
busca reconciliar la política del Movimiento con el verdadero papel que éste
tiene en el enfrentamiento de las fuerzas sociales. Puesto que las masas no
absorben el conocimiento como una pura teorética sino mezclado con la acción,
la nuestra no es una obra de mera predicación sino de militancia combativa y de
difusión de las verdades esenciales que eleven el nivel de conciencia de los
sectores que tienen la misión de construir la nueva sociedad en un país
liberado. La política revolucionaria es acción esclarecida por el pensamiento
crítico; una permanente indagación sobre una realidad fluida que no se somete a
ninguna sabiduría inmóvil centelleando verdades definitivas.
Mientras el peronismo no se estructure como
"partido revolucionario" —es decir, con una política revolucionaria
entendida como unidad de teoría, acción y métodos organizativos, seguirá
librado al espontaneismo, a la yuxtaposición de tácticas que no se integran
como estrategia, a los callejones sin salida en que sucesivamente lo meten los
dirigentes burocráticos que no conciben otra salida que los frentismos
electorales o los falsos atajos del golpismo.
Porque golpismo y electoralismo pitagórico no
constituyen vías antagónicas sino que son dos hipótesis de una misma concepción
que implica la renuncia a la toma del poder. Expresan la incapacidad de
transformar nuestro número en fuerza, al poner el número al servicio de quienes
detentan la fuerza; es decir, aceptan la "integracción", que además
es de una imposibilidad histórica.
Porque el peronismo es la expresión de esa
crisis integral del régimen burgués argentino.
El régimen tiene fuerza para subsistir pero no puede
institucionalizarse porque el peronismo obtendría el poder, y aunque no formule
un programa anticapitalista, la obtención de satisfacciones mínimas compatibles
con las expectativas populares y las exigencias de autodeterminación llevarían
a la alteración del orden social existente. El peronismo, por su parte, jaquea
al régimen, agudiza su crisis y lo obliga a sobrevivir a costa de la flagrante
violación de sus presupuestos ideológicas con que, nos definen los voceros de
la burguesía, equilibrio inestable se manifiesta la irreductible
incompatibilidad entre régimen y peronismo, signando el fracaso de todas las
tentativas para integrarnos a las estructuras del statu quo, y de todas las
líneas políticas del peronismo que busquen la "conciliación", la paz
social, la pausa política, etc., etc.
Es preciso que demos el paso de la rebeldía a la
revolución, que no se produce espontáneamente o por revelaciones que
automáticamente surjan de la práctica de las masas, sino por la elaboración
teórica que en parte substancial de la conducción. Nuestro déficit en este
aspecto viene de lejos, y estamos pagando las consecuencias. Porque si negamos
las frivolidades sociológicas conque nos definen los voceros de la burguesía,
tampoco el convencimiento de nuestra trascendental razón de ser histórica puede
confundirse con los paraísos artificiales de la autocomplacencia que nos hace
depositarios de un destino providencial. El peronismo, como estructura del
nucleamiento de la masa popular (política, administrativa, sindical, etc.)
siempre ha estado por debajo de su calidad como movimiento de masas. Esta
contradicción, mientras persista, nos condena no romper la adversa correlación
de fuerzas que soportamos.
Al mismo tiempo, la orgullosa seguridad que el
Movimiento ha opuesto a la denigración, el escarnio y las persecuciones, no
puede hacernos incurrir en la ilusión de que somos los predestinados poseedores
del devenir. Nuestra importancia es también nuestra responsabilidad, y si
afirmamos ser uno de los polos de la antítesis político-social contemporánea no
lo es a título exclusivo, sino como eje de un frente de la nacionalidad en lucha
contra la explotación interna e internacional. El reciente golpe militar
confirma que nuestra posición era correcta, pues significa un simple reajuste
del régimen que desnuda sus títulos violentos y cierra los falsos caminos que
nos presentaba el conformismo reformista.
La magnitud de la tarea, sus dificultades y peligros, convocan a la verdadera unidad, que es la del combate por la libertad real de nuestra patria y de nuestro hombre.
La calidad de revolucionario es la que sirve de base a esa solidaridad activa, haciendo desaparecer las diferencias secundarias en que se entretienen los que están alienados a la superestructura del intolerable orden burgués que nos oprime.
La magnitud de la tarea, sus dificultades y peligros, convocan a la verdadera unidad, que es la del combate por la libertad real de nuestra patria y de nuestro hombre.
La calidad de revolucionario es la que sirve de base a esa solidaridad activa, haciendo desaparecer las diferencias secundarias en que se entretienen los que están alienados a la superestructura del intolerable orden burgués que nos oprime.
Buenos Aires, octubre de 1966.-
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