La izquierda nacional no conformó una corriente ideológica compacta pero quienes la integraron provocaron un cambio mental en amplios sectores sociales, particularmente en aquella clase media que en la década del 60 y 70 comenzó un proceso de nacionalización que la alejó de su pasado familiar antiperonista.
Los
orígenes de la gente que conformó esa corriente de pensamiento provino de
distintos lugares, Rodolfo Puigros lo hizo desde el Partido Comunista, Jorge
Abelardo Ramos y Jorge Eneas Spilimbergo, tambien desde el marxismo pero más
influenciados por los escritos de León Trotsky desde México, quién desarrolló
ideas muy interesantes sobre el anti-imperialismo en un país dependiente. Incluso
otros, mantuvieron su posición marxista desde el mismo peronismo, tal el caso
del John William Cooke y el mismo Hernandez Arregui.
Un
aporte muy importante realizado por la izquierda nacional está relacionado con
el revisionismo histórico, principalmente el efectuado por Jorge Abelardo Ramos
en su libro "Revolución y Contrarrevolución en la Argentina".
Continuando
con los aportes realizados por el nacionalismo primero y FORJA luego, Ramos
aplicó el método marxista para estudiar la historia argentina, el resultado fue
una lúcida y renovada visión de la historia que se oponía a la oficial. Las
masas pasaron a tener preponderancia por sobre los individuos, calificados en
héroes y villanos en la versión liberal.
Ramos
también puso a Rosas en su justo lugar, ni dios ni malvado tirano, un hombre
que defendió los intereses que representaba, los ganaderos de Buenos Aires,
pero que también supo enfrentar con dignidad a los mayores imperios de la
época.
Otro
aspecto novedoso, de la obra de Ramos fue que por primera vez la izquierda no
denostaba al peronismo, rescatando críticamente las acciones desarrolladas por
el gobierno de 1946 a 1955.
Esta
visión mostró los intereses en pugna a
lo largo de la historia. (1)
Hernández
Arregui ha sido uno de los representantes más vigorosos del pensamiento
nacional, y sus esfuerzos por compatibilizar su ideología marxista con la
propia realidad política de la clase obrera mayoritariamente peronista,
implicaron un punto de inflexión y ruptura con las formas de aproximación de la
izquierda al peronismo.
Se
asume como integrante de la Corriente de Pensamiento que el mismo denomina
“Izquierda Nacional”, adhiere al Movimiento Nacional Peronista sin renunciar al
marxismo en tanto método de interpretación de la realidad, por ello insistirá
una y otra vez que la izquierda tiene como una de sus misiones fundamentales
comprender lo nacional, como única forma de poder transformar esa misma
realidad.
"La
formación de la conciencia nacional" fue una de sus obras más importantes,
fue escrita entre 1958 y 1959 y editada por primera vez en 1960. Contiene un
anexo a la segunda edición que se publicó en 1970.
Establece
que los pensadores nacionales no hacen
más que interpretar los estados latentes de las masas… La ficción
jurídica de la independencia política, que Arturo Jauretche describe
lúcidamente a través del concepto de "estatuto legal del coloniaje",
ha jugado un rol sobresaliente en la devastación espiritual de la Argentina a
través de la incorporación de modos de ver y experimentar lo social y la nación
en su conjunto ligados a cosmovisiones e intereses foráneos.
Y en este
contexto, las oligarquías, amas y señoras de los aparatos de la cultura en el
país en complicidad con los intereses del capital transnacional, llevaron a
cabo una labor ininterrumpida de azonzamiento de generaciones intelectuales que
aprendieron a pensar en francés, a comerciar en inglés y a renegar
profundamente de lo propio.
De
espaldas al pueblo mestizo y pobre, sentaron las bases del extranjerismo
mental, del universalismo de la cultura extranjera y la constante negación de
sus orígenes americanos. Doctrinarios, doctores, funcionarios y escribas a
sueldo del extranjero, imaginaron la construcción de Europa en su propio suelo
y ejecutaron la entrega del patrimonio nacional, el genocidio de sus habitantes
y la desarticulación social cobijada en el mito de la blanquitud como
justificación científica de la inferioridad del hombre americano.
Entregaron
la patria sin miramientos, amparados en la moral del librecambio y del
progreso. Y así surgió lo de civilizados y bárbaros, que coadyuvó a la
formación de una pedagogía colonialista con la que se falsificó el devenir
del país y se asentó una política de la
historia que impidió cualquier vislumbre de elaboración de un pensamiento
propio.
La dupla
civilización o barbarie conformó un cuerpo de ideas poderosísimo para legitimar
las acciones de exterminio que la oligarquía argentina ejecutó sobre aquellos
sectores ligados al federalismo que entorpecían su proyecto de país
agroexportador dependiente. Civilizar en Argentina consistió en
desnacionalizar: pensar lo propio como hecho anticultural (la barbarie
englobaba toda la herencia hispano-indígena, mestiza, religiosa y pobre) y lo
extranjero como hecho cultural por excelencia (la civilización era la Europa blanca,
laica rica y culta). (2)
El
análisis de la cultura sin el estudio del fenómeno de la Dependencia, la
historia, la economía y el imperialismo, es un ejercicio carente de sentido y
es por eso que Hernández Arregui sostiene que:
“En este
trabajo la crítica estética cede a la historia crítica de las ideas. El punto
de partida es la consideración de la actividad cultural como ideología, y en
especial, con relación a la literatura en tanto personificación encubierta de
un ciclo económico”
“La
finalidad es probar cómo esa generación fue instrumento del imperialismo que
se valió de ella para reforzar la
conciencia falsa de lo propio y desarmar las fuerzas espirituales defensivas
que luchan por la liberación nacional en los países dependientes colocados en
el cruce de la crisis horizontal y vertical del capitalismo como sistema
mundial”
Hernández
Arregui interpela y debate el conjunto de instituciones que estructuran la
cultura del país a la luz del problema de la nación atendiendo que: “La conciencia nacional es la lucha del
pueblo argentino por su liberación.”
La noción
de “conciencia nacional” supone la capacidad política de una comunidad para
implementar soluciones a sus desafíos históricos y alcanzar la emancipación de
las organizaciones libres del pueblo.Los individuos productores de cultura en
su actividad intelectual, acompañan o retardan la formación de la conciencia
nacional y la organización política del pueblo para liberarse de la opresión
neocolonial.
Hernández
Arregui establece que el proceso de conformación de la conciencia nacional se
organiza a través de instituciones como los partidos políticos, la iglesia, las
fuerzas armadas, la prensa y las universidades.
La
“conciencia nacional” aparece como resultado de un proceso histórico de avances
y retrocesos políticos, sociales, económicos y culturales, que transcurren de
manera conflictiva y contradictoria. En dicho proceso de conformación de una
identidad cultural capaz de garantizar la independencia política y social del
país, coexisten diversas corrientes históricas e ideológicas, incluyendo
tradiciones culturales disímiles como el nacionalismo religioso o secular y las
ideas de izquierda.
Hernández Arregui distingue en el
universo de ideas y tradiciones dentro de la “izquierda” a dos agrupaciones
diferenciadas. Por un lado, a la corriente que podemos llamar europeísta; y por
otro, a la que denominó como izquierda nacional que en sus palabras:
“Concilia
el marxismo con la realidad del país (...) por izquierda nacional, en un país
dependiente, debe entenderse en sentido lato, la teoría general aplicada a un
caso nacional concreto, que analiza a la luz del marxismo, en tanto método de
interpretación de la realidad, y teniendo en cuenta, en primer término, las
peculiaridades y el desarrollo de cada país, la economía, la historia y la
cultura en sus contenidos nacionales defensivos y revolucionarios, y coordina
tal análisis teórico con la lucha práctica de las masas contra el imperialismo,
en el triple plano nacional, latinoamericano y mundial , y en este orden” (3)
A la
izquierda europeísta, la identificó en el Partido Socialista y el Partido
Comunista Argentino. En este marco, aludió a intelectuales y políticos como Juan
B. Justo y Américo Ghioldi, a los que vinculó ideológicamente a las acciones de
divulgación de la historia oficial de Bartolomé Mitre y de las tesis de
civilización y barbarie de Domingo Faustino Sarmiento.
En el
terreno político, subrayó críticamente los enfrentamientos desarrollados por
ambos partidos contra dirigentes políticos populares como Hipólito Yrigoyen y
Juan Perón y aludió además, a la tendencia de estos Partidos respecto a la
promoción del librecambio en la economía que obstruyó la industria argentina.
Por
último, y cuestión central que los diferencia de la izquierda nacional,
Hernández Arregui reveló su incapacidad para denunciar la acción imperialista
en el continente. Sobre el nacionalismo argentino, tuvo una posición crítica
centrada en el análisis de su incapacidadde vincular la defensa del patrimonio
nacional con las luchas populares. Asimismo, señaló prácticas y manifestaciones
públicas en contra de los programas de gobierno de contenido popular.
Pese a
estas limitaciones, supo reconocer al nacionalismo argentino rasgos positivos:
“El
mérito cierto del nacionalismo argentino y su verdadero aporte a la formación
de la conciencia nacional ha sido su labor historiográfica…, a través del
examen crítico de las fuentes, la colación de textos, la exhumación de
tradiciones orales y los veneros autobiográficos poco conocidos u ocultos por
la historiografía liberal.”
Hernández
Arregui reconoce que el nacionalismo promovió la denuncia del imperialismo y la
crítica al liberalismo, contribuyendo al cuestionamiento del proyecto
neocolonial. (4)
LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA
NACIONAL(1930–1960) (5)
PROLOGO
Este
libro está destinado a la juventud argentina, que hoy, desorientada, busca un
lugar en lalucha por la liberación, y recordando a Napoleón:“Los jóvenes
ejecutan las revoluciones que
los
viejos han preparado”.
J.J.H.A.
Buenos
Aires, 1ºde mayo de 1960
INTRODUCCION
1-
Ya
debemos señalar, y el hecho es de vital importancia, que aquí en América
Hispánica el liberalismo penetró más que como una ideología progresista como
reflejo residual de la Europacolonizadora, un medio de opresión y dominio
envasado tras el rótulo de libertad, democracia,progreso, derechos humanos,
etc.
La
historiografía oficial, desde Mitre en adelante, no ha sido más que la
idealización de la oligarquía por si partiquinos universitarios, y en lo
esencial, herramientas de la voluntad dominadora extranjera empeñada en quebrar
todo espíritu nacional, mediante el ocultamiento de laverdad histórica.
2-
Si el
liberalismo en su ascenso, necesitó ya en el siglo XVIII, de la libertad
burguesa a fin deresistir el autoritarismo de la Iglesia, es natural que haya
creído, y no sin razón, en la libertad.Estos valores liberales (libertades políticas,
de conciencia, de pensamiento, de comercio (contenían los gérmenes de la
decadencia del sistema en su conjunto. Las clases sociales víctimasde esas
libertades, encontraron en su ejercicio político, el instrumento activo para atacarlas,revisarlas,
criticarlas, negarlas. Las ideas democráticas se volvieron contra su creadora histórica,
la burguesía, que ahora, dentro de la cruda realidad del capitalismo, debía
soportar la crítica sobre su función histórica de clase.
La misma
Iglesia no podía escapar al proceso histórico. Enemiga del liberalismo en tanto
ligadaal orden feudal de la nobleza, apeló a la burguesía para subsistir. Y su
tesis religiosa de la libertad de la persona humana no fue más que una
variante, un ajuste teológico, al liberalismovictorioso.
La
Iglesia Católica y el liberalismo, formaron un compromiso hipócrita. La
solución política,luego de la lucha liberal contra el absolutismo monárquico,
fue el término medio de la monarquía constitucional, sistema a través del cual
la burguesía ingresaba al conservatismo santificado por la Biblia. En este
período muchos católicos se hicieron liberales y a su vez, estos reconocieron
las tradiciones religiosas como cemento del orden social.
Liberalismo
y catolicismo, más allá de circunstanciales disputas, han marchado unidos
frente ala amenaza revolucionaria de las clases bajas.
Este
liberalismo, como fenómeno histórico general, fue fecundo y además revolucionario,aunque
llevaba en sus entrañas las semillas de la reacción.
La
predicción deMarx sobre la incapacidad del capitalismo para controlar las fuerzas
que habíadesanudado y que condenaban al liberalismo en un determinado momento
de su desarrollohistórico, a echar por la borda una libertad que al transfigurarse
en lucha de clases no solonegaba, en su antinomia viviente, el concepto mismo
de esa libertad, sino que anunciaba su anulación real por el despotismo,
revelando simultáneamente, a los idealistas eternos, la contradicción interna
del concepto puro, reflejo político de una vida histórica desgarrada en
suesencia. Cuando el libre cambio mercantil encontró en Bismark (Alemania) el competidor
máspeligroso, los liberales abandonaron la libertad a los profesores de
filosofía. Es decir, la mandaron de paseo.
Por su
parte, la Iglesia, mantuvo su rasgo más ostensible, que ha residido y reside,
en pactar conlos poderes temporales dominantes.
El
marxismo niega del liberalismo no su pujanza revolucionaria gigantesca, sino su
putrefacciónhistórica. Es cierto que tanto el marxismo como la actual doctrina
social de la Iglesia, son formaciones históricas derivadas del liberalismo.
Pero mientras el espíritu conservador intenta mantener con retoques ese mundo,
el marxismo busca destruirlo, sin dejar de aprovechar loque el liberalismo ha
significado como progreso irreversible en relación al desarrollo de
lasconquistas materiales útiles a la humanidad. Esta confusión, no puede
extrañar. Está determinada ella misma por las ideologías en pugna. La historia es
un enjuiciamiento incesante y no unconjunto de estampas iluminadas. En forma
expresa, el marxismo se opone a la libertad burguesa, pero no porque desee
perfeccionarla sino para aniquilarla, en tanto el reaccionario seopone a esa
libertad del liberalismo para salvarse como burgués, no como revolucionario.
Deahí que grupos enemigos, no de la libertad burguesa, sino de toda libertad
frente a las clasesbajas, se presenten como reformistas o revolucionarios. Tal
fue el caso del fascismo. ¿En quéconsistía esta revolución? “La Nación italiana
(dicela Carta Italiana del Trabajo) es una organización con finalidades, vida y
medios superiores a la acción de los individuos que la componen.Es una unidad
moral, política y económica íntegramente realizada por el Estado fascista”.
Esevidente que semejante programa, no podía desagradar a la Iglesia, menos al
liberalismo, quesi enfrentó al fascismo no fue por cuestiones éticas, sino por
las imposiciones del reparto delmundo planteadas por la guerra imperialista en
su forma más sanguinaria. Así como del racionalismo del siglo XVIII devino la
Revolución Francesa, su forma jacobina, el liberalismo ha promovido, no sólo el
espíritu revolucionario de los trabajadores de Europa sino el levantamientode
los continentes coloniales enteros. Esta antítesis radical, niega toda
comunidad ideológicaentre el liberalismo y el marxismo. Fue Marx quien enfiló
contra el liberalismo su crítica lapidaria. No la Iglesia.
3-
El
resultado de la imposición dictatorial de los precios, la liquidación de toda
competencia, el dominio omnímodo de los mercados en su más alta expresión
técnica, no sólo mediante el agrupamiento de empresas intercomplementadas, sino
con la creación de redes comercialessubsidiarias, bancos, sistemas de seguros,
transportes, etc. En el siglo XX el comercio exterior, y en consecuencia, la
economía interna de un país, están totalmente recogidos por la organización
monopólica, que es internacional y que por su extrema condensación, puede
llamarsecon más propiedad, oligopólica. Pero los oligopolios no suprimen la
lucha económica, fundamento residual de la economía capitalista basada en la
ganancia. Al contrario, se hace más despiadada. La saturación de los mercados
tanto como el afán ilimitado de lucro, sobre la base delos precios más bajos,
siempre asociados al adelanto técnico, desata una lucha indetenible.
El poder
económico acopia su propio poder político y cultural. El Estado es la forma
abstracta, en tanto el Estado mismo es el sistema, su reflejo ideal, que se
convierte en fuerza real, en guerras. La exportación de capitales es propia de
los países con su economía interna sobresaturada. La onda expansiva se extiende
a aquellas zonas geográficas donde la materia prima y la mano de obra son
baratas, y por tanto, favorables a una explotación intensiva con ganancias
seguras a costa de la miseria de millones de seres.
Los monopolios
internacionales, al comprar las materias primas de las colonias, dictan los precios
más bajos, y a su vez, con relación a los propios productos industriales
fabricados con esas materias primas, los más elevados. De este modo las
colonias con sus sistemas de monocultivo, no pueden superar el nivel de miseria
impuesto por el imperialismo. El levantamiento de los puebles carece hoy de
fronteras. La internacionalización de la economía internacionaliza las luchas nacionales.
Y estas luchas, aunque formalmente sean nacionales en sus contenidos
particulares, son mundiales por sus fines. Tal lucha se cumple en dos frentes,
contra el imperialismo en general y contra las oligarquías nativas opresoras
ligadas alimperialismo en particular. Clases nativas económicamente
dependientes y culturalmente corrompidas por el colosal aparato ideológico de
los monopolios mundiales. Esta política imperialista en los países coloniales,
se vale de las ganancias residuales del sistema para plegar a su órbita, no
sólo a las oligarquías vernáculas, sino a determinados sectores de la clase
media, especialmente la pequeña burguesa comercial e intelectual (periodistas,
profesores, etc) La conciencia antinacional de estos grupos es alimentada con
las migajas repartidas por el sistema mundial de poder. Así, los partidos de
izquierda pasan a integrar el sistema, a través de sus intelectuales, y detrás
de su algazara progresista, son en realidad, brotes degenerados del liberalismo.
La lucha
por la liberación nacional en estos países, se asocia siempre a la lucha por la
industrialización. Este conjunto de causas interrelacionadas agudiza el antagonismo
entre las oligarquías agrarias y la naciente burguesía industrial
La radicación
de maquinarias, a su vez, desata el interés imperialista al acecho por
controlar los nuevos mercados coloniales en expansión relativa y la lucha por dominar
las líneas de la industrialización en un doble sentido: mediante el abastecimiento
del mercado interno con nuevas plantas industriales, manteniendo al mismo
tiempo a esos países, en las condiciones de zonas productoras de materias
primas (nota: división internacional del trabajo)
Por su
parte, la lucha de las masas contra sus enemigos internos y externos, sólo
puede resolverse mediante el establecimiento de regímenes autoritarios, con el
control de las exportaciones y medios de propaganda, con el apoyo estatal al movimiento
popular y la participación del Ejército, en esta política nacional defentista.
Tal es el caso de Nasser en Egipto, con su antecedente el gobierno de Perón en
la Argentina. El capitalismo nacional, aún débil, en una etapa de la lucha por
la liberación, debe ser apuntalado por el capitalismo de Estado y la política
de nacionalizaciones, único medio de protección para las todavía endebles
estructuras económicas locales. Frente al capitalismo monopolista
internacional, la sola valla es el monopolio estatal, que además contribuye al
disloque del mercado capitalista mundial al sustraer zonas de influencia a la
explotación internacional de las grandes potencias. El caso de Fidel Castro en Cuba,
no hace más que repetir en un país del caribe, las experiencias nacionales de
este tipo representadas por Perón en la Argentina y Nasser en Egipto.
La
ilusión de que el imperialismo puede “humanizarse” y contribuir al progreso de
determinadas colonias, la política del “buen vecino” del “buen socio”, etc.,
creencia común a determinados sectores de la pequeño burguesía, es un
embaucamiento controlado por la propaganda, pues como decía Marx: “Los límites
del capitalismo están dados por el propio capitalismo”. Esta tendencia a
idealizar al imperialismo, de entenderlo como filantropía, es propia de la
intelectualidad pequeño burguesa, especialmente la universitaria
4-
Decía
Lenin: “La desesperación es propia de las clases que perecen”.
Cristina
de Suecia (una reina) lo vio con realismo: “Hay que temerles a los que nada
tienen que perder si tienen corazón”.
5-
La
formación de la conciencia nacional está estrechamente vinculada a esta evidencia
posterior a 1930, en esa década nace la conciencia histórica de los argentinos.
Cuando un país no ha logrado aún su autodeterminación nacional, pero está consciente
de su necesidad, asiste al despliegue conjunto de sus fuerzas espirituales.
Este hecho es la resultante de una realidad material: la opresión imperialista,
con su reverso, la lucha por la liberación nacional.
Treitschke
dijo: “Lo más grande que le puede acontecer al hombre, es sin duda, defender en
su propia causa la causa general.
Comprender
el pasado es tomar conciencia del porvenir. El peronismo o el antiperonismo en
la Argentina existían antes de Perón (nota: los dos países en pugna desde 1810,
el librecambista portuario, y el proyecto nacional). El saladero dio una
sociedad de hacendados y gauchos, la chacra una sociedad agraria e industrial
incipiente, la industria moderna una Argentina revolucionaria, conciente de sus
fines, pese a los parciales eclipses provocados por las fuerzas que
resisten
al desarrollo nacional. La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino
por su liberación.
6-
El 17 de
octubre de 1945 quedará en la historia de la Argentina como una fecha cumbre.
Terminaba una época de humillación y advenía la nación frente al mundo.
El
fracaso de la democracia liberal, el fraude de la oligarquía, la entrega del
país al imperialismo británico, crearon el sentimiento en la oficialidad
argentina de la independencia económica.
Correspondió
a Perón unir al Ejército con el pueblo. La síntesis significó que por primera
vez en la historia argentina, fue posible sacudir el yugo del coloniaje.
El
imperialismo angloyanqui se ha repartido la Argentina desde Salta a Tierra del Fuego.
Y así, la Argentina, soberana ayer, es hoy mercado africano y zona de reserva
militar, el Medio Oriente de América Latina.
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